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Compiled and Edited by Elan Perchik |
Rabanit Yemima Mizrachi
El Mensaje Decodificado
Durante el mes de Kislev, suelo hacer algo especial con mis estudiantes. DespuĆ©s de cada clase, un nĆŗmero de jĆ³venes se para frente a todas y cuentan historias sobre sĆ mismas. Ellas relatan acontecimientos que cuentan sobre un milagro personal o de Divina providencia y todas quedamos indeleblemente inspiradas.
En una ocasiĆ³n cuando estaba hablando delante de un grupo de mujeres, hacia el final de la charla una mujer relato la siguiente historia acerca de ella:
āMientras pasaba por tiempos difĆciles en mi matrimonio, mi vida era miserable y poco satisfactoria. Eventualmente, mi matrimonio se disolviĆ³ y termino en un divorcio. La semana despuĆ©s de mi divorcio, yo estaba completamente destrozada. Simplemente no sabĆa que hacer conmigo misma. Recordando que estaba por cumplir cuarenta aƱos el siguiente Shabbat, comencĆ© a pensar en cĆ³mo me las iba a arreglar sola. Buscando a donde ir ese Shabbat, sabĆa que necesitaba encontrar la casa de una amiga donde el Yiddishkeit estuviera vivo y la familia llena de vida y energĆa. Ya que no podĆa pasar tiempo con un Ć”ngel, estaba buscando algo cerca considerando mi terrible situaciĆ³n.
Finalmente, despuĆ©s de encontrar la casa de una amiga donde me sentirĆa cĆ³moda, me dirigĆ allĆ el viernes. Sin exageraciĆ³n, lloraba y lloraba. āĀæpor quĆ© todo esto me estĆ” pasando a mĆ?ā Me quejaba. āNo es justo y no tiene sentido!ā Me quejaba y hablaba de manera bien cĆnica acerca de mi situaciĆ³n, no estaba en el mejor estado de humor. MirĆ”ndome, la esposa de la casa dijo, āĀæCuĆ”l fue la Parasha que coincidiĆ³ con tu Bat Mitzvah?ā Me cogiĆ³ fuera de guardia y sin estar bien segura de cual era, dije, āNo tengo idea. Cuando fue mi Bat Mitzvah, no tuve que dar ningĆŗn discurso. Realmente no me acuerdo.ā Buscando mi fecha de nacimiento y la Parasha correspondiente, pronto volviĆ³ a mĆ con la informaciĆ³n.
āEra la Parashat Shelaj,ā ella dijo. āEstĆ” bien, estas son noticias para mĆ,ā dije yo. āTĆŗ sabes,ā continuo mi amiga, āpor quĆ© no abres el Jumash en la Parashat Shelaj y comienzas a leerla. La Parasha te puede dar una idea acerca de quĆ© hacer y traer alguna inspiraciĆ³n para tu vida.ā Escuchando la idea de mi amiga, seguĆ su consejo.
Cuando comencĆ© a leer la Parasha y a aprender acerca de cĆ³mo el Pecado de los EspĆas se desarrollaba, comencĆ© a pensar, āĀæQue hice mal? ĀæFue lashon hara?ā No podĆa seƱalar que habĆa sido exactamente. Nada tenĆa sentido para mĆ y no pude conectar los puntos.
Hasta ahora, habĆa pasado una decente cantidad de tiempo mirando a la Parasha y no llegue muy lejos. Entonces, decidĆ colocar esta pequeƱa actividad a un lado y cerrar el Jumash. Pero mientras lo estaba cerrando, mi amiga me mirĆ³. āNo cierres el Jumash; solo continĆŗa leyendo.ā Sentada allĆ y sintiĆ©ndome desolada, decidĆ continuar leyendo.
Y entonces ahĆ vi exactamente lo que necesitaba. Llegue al Pasuk (14:11) que dice: āY El Eterno le dijo a Moshe, āĀæHasta cuĆ”ndo me provocara a ira este pueblo? ĀæY hasta cuando no creerĆ”n en MĆ, con todos los signos que Yo he hecho en su seno?ā
Entonces comprendĆ. El Pecado de los EspĆas fue que fallaron al ver que, asĆ como Hashem les habĆa provisto milagrosamente hasta ahora en el desierto, Ćl seguramente habrĆa continuado cuidĆ”ndolos y asegurĆ”ndoles el Ć©xito de la entrada a la Tierra de Israel.
Mientras que esta idea pasaba por mi mente, supe que HaShem me estaba diciendo, āMi querida hija, asĆ como te cuide hasta ahora, confĆa en Mi que te seguirĆ© cuidandoā¦ā
Aun en medio de las situaciones menos esperanzadoras, Hashem viene a nuestro lado y nos recuerda que Ćl estĆ” con nosotros. Nunca estamos solos, sin importar donde nos encontremos en la vida. Todo lo que debemos hacer es reflexionar acerca de las incontables bondades y bendiciones que Hashem nos ha dado hasta este punto, y darnos cuenta que, aunque no sea evidente, Ćl continuarĆ” haciĆ©ndolo.
Rabino Yom Tov Glaser
Manejando las Olas de la Vida
Era un hermoso dĆa en la costa de las playas de MĆ©jico. Cielos claros y azules, grandioso clima y olas perfectas para hacer surf. La ola promedio ese dĆa estaba entre diecisĆ©is y dieciocho pies (4-6 metros) de altura. Mientras mis amigos y yo nos sentĆ”bamos en nuestras tablas y observĆ”bamos el horizonte para ver si algunas olas venĆan hacia nosotros, pasĆ”bamos el mejor tiempo de nuestras vidas. Pero nos preparĆ”bamos para algo mĆ”s que simplemente pasar un buen tiempo en aguas frescas.
Bien conscientes que las indicaciones de olas aproximĆ”ndose era el horizonte oscuro a la visiĆ³n, mantenĆamos nuestros ojos bien abiertos para ver donde la prĆ³xima ola se iba a romper. DisfrutĆ”bamos competir tratando de ganarle al otro a ver dĆ³nde la ola pegaba y ser el primer emocionado en montarla. Pero a todos nos esperaba una gran sorpresa esta vez.
De repente, todo el horizonte desapareciĆ³. En cuestiĆ³n de segundos, olas monstruosamente gigantes se dirigĆan hacia nosotros. MirĆ”ndome estaba mi mejor amigo. āĀ”VĆ”monos de aquĆ! GritĆ³. Dirigiendo su tabla hacia la playa, empezĆ³ a bracear. Yo sabĆa que Ć©l no iba a tener oportunidad contra las enormes olas. El definitivamente perderĆa la carrera contra ellas y terminarĆa siendo aplastado. Habiendo aprendido que, si una gran ola viene en tu direcciĆ³n, el mejor movimiento es bracear hacia adentro del ocĆ©ano y tratar de salir arriba de la ola antes que se rompa, le grite a mi amigo que se devolviera y remara hacia atrĆ”s y el escucho.
Sobre nosotros estaba otro de mis amigos. Braceando hacia afuera, habĆa podido llegar arriba de una ola de veinticinco pies (7.62 metros) y asĆ evitĆ³ haber sido tirado de su tabla. Por el momento Ć©l estaba a salvo. Y entonces estaba otro de mis amigos. Ćl tambiĆ©n habĆa logrado llegar con dificultad hasta arriba, deslizĆ”ndose por la enorme ola. El siguiente surfista estaba en una situaciĆ³n mĆ”s difĆcil. La ola ya se estaba entubando, y solo segundos quedaban para que se rompiera hacia abajo. Por fortuna para Ć©l, pudo cortar bajo la ola justo a tiempo. Ahora llegaba el tiempo en el que mi amigo y yo nos enfrentarĆamos a este reto. Pero no estĆ”bamos en la posiciĆ³n de montar sobre la ola o cortarla como ellos habĆan hecho antes. El borde de la ola estaba por chocar la superficie del agua.
Confiando en nosotros mismos, apenas pudimos colocar las narices de nuestras tablas por debajo de la ola arrastrƔndonos con ella. Lo logramos por un pelo. Literalmente.
TodavĆa no habĆamos terminado. HabĆa mĆ”s olas adelante. Continuamos remando hacia adelante, a todos nos fue mejor esta vez. Un surfista pudo llegar arriba de la ola, otro la paso por el medio con tiempo de mĆ”s y mi amigo y yo pudimos travesarla mucho mejor. Otra y otra vez, graciosamente maniobramos sobre y a travĆ©s de las inmensas olas.
Pero ahĆ me puse a pensar. āĀæVine hasta MĆ©jico solo para bracear sobre las olas?ā Y asĆ, cambie la velocidad. Mientras la Ćŗltima ola se acercaba, girĆ© mi tabla y empecĆ© a bracear tan rĆ”pido y tan fuerte como pude para alcanzar la gigantesca ola. El problema fue que esta ola era de alrededor veinticinco pies de alto. Y cuando se trata de montar una ola grande, usar una tabla grande te deja bracear mĆ”s rĆ”pido y entrar a la ola. Pero este no era mi caso. Mi tabla estaba en el lado pequeƱo y no lograba moverme lo suficientemente rĆ”pido para alcanzar la ola. Solamente estaba mĆ”s y mĆ”s empinado y no me dejaba ingresar.
Eventualmente me pude colocar encima de la ola hasta que estaba mirando por encima de veinticinco pies de altura. Y entonces la ola se volviĆ³ completamente vertical. Esa fue mi seƱal. Colocando la tabla al frente mĆo, me pare encima de ella. El Ćŗnico problema era que la ola todavĆa estaba muy vertical para que hiciera contacto suave con ella. Y asĆ, fui lanzado por el aire a veinticinco pies.
Aterrizando con un āboomā en la superficie del agua, ya no tenĆa ninguna velocidad. Afortunadamente, casi de inmediato, la ola embistiĆ³ hacia la orilla y se derribĆ³. Lo siguiente que supe era que estaba en el tubo de una ola de veinticinco pies corriendo hacia la orilla. AcurrucĆ”ndome, evite ser golpeado por la corriente de agua y ser derribado.
Por la prĆ³xima mitad de milla (804 metros) monte la ola como una gigantesca montaƱa rusa hasta la orilla. Cuando finalmente toquĆ© la arena, soltĆ© un triunfante gritoĀ”Whoo-hoo! Lo hice. Monte la ola en vez de que esta me montara a mĆ.
En la vida, esta anĆ©cdota se manifiesta por sĆ misma. El primer surfista es aquel quien, viendo el miedo, se paraliza y corre. Ćl se retira y se va hacia el otro camino. El reconoce las formidables y aplastantes olas en su vida e inmediatamente busca refugio. Las personas que se retiran, sin embargo, son eventualmente aplastadas por la vida. Las olas un dĆa los alcanzaran y los dejaran en una posiciĆ³n comprometedora.
El siguiente surfista actĆŗa con extra precauciĆ³n. El no corre hacia otra direcciĆ³n, pero sigue buscando montar sobre la ola y evitar los retos. El no corre asustado, pero maneja la situaciĆ³n con precauciĆ³n y esquiva cualquier cosa que lo desanima. Aun cuando es sabio toma precauciones al manejar los peligros de la vida, estar muy ansioso casi siempre nos impide vivir la vida plenamente. Los temores por el matrimonio, los hijos, las finanzas o el estilo de vida son entendibles; pero dejar que estos temores interfieran con nuestra calidad de vida no es sensato. Hashem quiere que vivamos una vida dedicada donde invirtamos en nosotros mismos y evitemos el miedo de cometer errores o fallar.
El tercer surfista es el individuo que monta las olas de la vida. Cada ola que la vida le lanza es enfrentada. En vez de rendirse o evitar los obstĆ”culos en los desafĆos, Ć©l nada hacia adelante completamente comprometido. Este surfista se da cuenta que no hay lugar para la duda o la falta de confianza. Echarse hacia atrĆ”s en el Ćŗltimo momento es peligroso y no da buena seƱal. Y cuando Ć©l enfrenta la ola y la monta, experiencia una emociĆ³n como ninguna. Vive como un campeĆ³n.
El objetivo en la vida es entrenarnos para ser como el tercer surfista. Las pruebas de la vida son para aprender a superar nuestros desafĆos en vez de correr y escondernos de ellos. Al enfocar nuestra atenciĆ³n determinadamente a afrontar nuestras mĆ”s grandes dificultades y nuestros peores miedos, tendremos la oportunidad salir arriba.
Los estudios han demostrado que existen cinco grandes miedos dentro de cada ser humano. Estos son (orden del mĆ”s al menos comĆŗn): 1) Miedo al Rechazo; 2) Miedo al Fracaso; 3) Miedo a la Falta de Control; 4) Miedo a lo Desconocido; 5) Miedo al Dolor o al Sufrimiento.
El miedo al rechazo es la ansiedad que tenemos acerca de cĆ³mo los otros nos perciben. ĀæTal vez ellos sienten que yo no cumplo con ciertos estĆ”ndares? ĀæTal vez ellos piensan que yo soy incompetente o inexperto?
El miedo al fracaso es un sentimiento subjetivo. Viene de nuestra propia falta de confianza para realizar algo bien o dejar impacto significante. El fracaso en este sentido se refiere no al como los demƔs nos juzgan, sino como nos juzgamos a nosotros mismos.
El miedo a la falta de control. Aunque nos fue dado el regalo del libre albedrio y estamos en la posiciĆ³n de tomar decisiones, al final Hashem controla el mundo. Debemos hacer lo mejor, pero la verdad, no estamos a cargo.
El miedo a lo desconocido. Nadie sabe que depara el futuro. Podemos planear estratĆ©gicamente y proyectar el que serĆ”, pero despuĆ©s de que todas las cosas son consideradas, no hay garantĆas de nada.
El miedo al dolor o al sufrimiento. Ya sea dolor fĆsico, mental o emocional, enfrentar la incomodidad y la desgracia es un pensamiento que no quisiĆ©ramos considerar.
Si piensas en esto por un momento, veras que todos los cinco miedos estĆ”n dentro de ti. Algunos son mĆ”s dominantes y obvios, mientras que los otros se encuentran en tu subconsciente. Pero, de cualquier manera, todos estĆ”n sin duda ahĆ. Nuestra misiĆ³n, es descubrir cual miedo es el mĆ”s dominante dentro nuestro. Una vez hayas identificado esto, el siguiente paso es descubrir la forma mĆ”s efectiva para enfrentar ese miedo y superarlo.
Interesantemente, los estudios demogrĆ”ficos han corroborado que distintos paĆses sufren de estos miedos en diferentes grados. Aquellos que viven en Sur Ćfrica son particularmente temerosos de no tener el control. En Los Ćngeles, el miedo al rechazo aparece como el mĆ”s dominante. Con mucho enfoque en la apariencia externa y la opulencia, el rechazo , el aislamiento duele demasiado. En Manhattan, el fracaso fue seƱalado como el miedo nĆŗmero uno. En una ciudad donde los negocios y el Ć©xito financiero hace al hombre, el duro esfuerzo es puesto en el desempeƱo perfecto. En Inglaterra, debido a varios factores culturales, todos los cinco miedos se encontraron presentes en igual proporciĆ³n. Evidentemente la psicologĆa humana estĆ” influenciada por el ambiente que nos rodea. Sin embargo, esto no significa que no podamos surfear a travĆ©s de estos factores que nos bloquean y superar nuestros miedos.
Cuando nos enfrentamos al mar de la vida, las olas pueden parecer intimidantes. Muchos retos inevitablemente se impondrĆ”n en nuestro camino, algunas veces aun inesperadamente, y tratarĆ”n de hacernos caer. Muchas preocupaciones pasaran por nuestras mentes, dependiendo de donde vivamos y en quĆ© etapa de nuestra vida nos encontremos. Pero, lo que sea y cuando sea debemos recordar al surfista que monta las olas. Podemos escoger continuamente evitar los problemas, o anticipar el peligro yendo hacia lo seguro, pero esto que nos hara mejores personas y transformara nuestras vidas es enfrentarlos con valor. Y cuando hacemos esto, vamos a ver increĆbles descubrimientos que abrirĆ”n nuestro panorama a las oportunidades desconocidas. Seremos capaces de desbloquear nuestro potencial interno y elevarnos al punto de la propia perfecciĆ³n.
El montar las olas de la vida asegurara que vamos a llegar triunfantes a la orilla despuƩs de ciento veinte aƱos como campeones de oro, y tenemos nuestro experto mentor, Hashem, celebrando con una gran sonrisa.
Un Mensaje Corto De
Dr. Sara Barris
Un nĆŗmero de investigadores, entre esos John Gottman, escriben extensamente acerca del concepto llamado āIr haciaā. Por ejemplo, una esposa se despierta en la maƱana y dice, āĀ”Wow! Ā”tuve un sueƱo increĆble!ā En ese momento, el esposo podrĆa escoger y decir, āSuena bien, pero yo no soy un intĆ©rprete de sueƱos.ā Esto es āirse al otro ladoā. āIr hacia āinvolucra que el esposo diga, āvoy un poco tarde al trabajo, pero dime tu sueƱo rĆ”pidamente.ā MĆ”s tarde, el esposo le puede reiterar a su esposa, āEstuve pensando acerca de tu sueƱo y me recordĆ³ algoā¦ā En ese momento en el que el esposo āva haciaā el otro y le ofrece su atenciĆ³n es extremadamente poderoso. Mostrar que genuinamente te preocupas, sin importar que importante o insignificante el problema pueda ser, hace la gran diferencia a lo largo de un matrimonio.


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